Austin, Texas 1979 (Neon Ediciones, 2016) del peruano Francisco Ángeles, es un libro que me cautivó tanto por su sencillez y por su prosa llena de sutilezas y matices, pero además porque amé la idea que plantea en que existe sanación en el acto de relatar tu historia a otros y – también – existe sanación en los otros al oír estos relatos.
No, esto no es El Secreto ni nada de eso.
La novela está dividida en tres partes: Lima, Invierno de 2007; Austin, Texas 1979 y Conejo Gris.

En la primera parte conocemos a Pablo, quien lleva un tiempo en terapia luego de su separación después de seis años matrimonio. Aunque la terapia es algo que le está haciendo, no es algo que disfrute o añore hacer.
Por casualidad conoce a la hija de su terapeuta, Adriana, con quien comienza una relación. Adriana irá compartiendo cada vez más de su propia historia personal, de su familia y de cómo ésta, a la larga, fue forjada – aniquilada por su padre. Una historia fascinante que marca un antes y un después en su vida.
En la segunda parte asistiremos a la historia del padre de Pablo. Era finales de los años 70 y la posibilidad de un viaje a Austin, Texas por una pasantía, presentaba una oportunidad que no se podía desaprovechar. Eran un matrimonio joven y los hijos aun faltaban por venir. Era el momento preciso de hacerlo.
Nuevamente llegamos a un momento decisivo, un instante que es un pivote en la vida de su padre. Esas decisiones que marcan destinos. Y es que la vida se reduce a eso. A decidir constantemente por una u otra cosa, una u otra idea, una u otra persona. Y nuestro destino se forja y nuestra vida corre hacia él.
Conejo Gris es la parte final y no por ser la más breve, el dolor que destila en sus líneas, en sus decisiones, recuerdos y sensaciones son menos dolorosos. Otro momento, otra decisión, de esas que duelen, pero que limpian. O eso esperamos.
Francisco Ángeles maneja con inteligencia los tiempos internos y las voces de cada uno de sus – lastimados – personajes . Austin, Texas 1979 es una novela repleta de momentos, algunos entrañables, otros dolorosos, pero siempre anclados en el cotidiano, lleno de vida y observación. Este es un libro que siento perfecto para leer y disfrutar en especial durante este tiempo, porque es dueño de una aura de soledad y pesimismo que nunca cae en la desesperanza, sino que hace de la resiliencia – con todo el dolor, la carga y el enfrentamiento que ésta conlleva – la marca de cada uno de sus personajes. Una lectura que viene bien en esta soledad y desconexión a la que esta extraña pandemia/cuarentena/nueva-horrible-realidad nos ha traído.